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Editorial del Programa ECOS del día 9 de Mayo de 2009

 

Naturalizar la contaminación, la corrupción y la mansedumbre…

 

 

El otro día estaba viendo un documental sobre los pueblos mesoamericanos, y sus pirámides y calendarios y rituales.
Entre ellos, había un componente religioso y mítico muy importante, que tenía, como una práctica regular, el sacrificio humano. A las personas se las acostaba boca arriba, se les abría el pecho con una herramienta y se extraía el corazón, que se ofrecía a los dioses, echando el cuerpo, pirámide abajo.
Así lo describen los dibujos y pinturas y bajorrelieves que retratan aquellas épocas.
Uno ve esas cosas y dice: está muy mal. Y se nos cruza la idea de barbarie, y en fin, que no es natural andar sacándoles a las personas los corazones.
Para ellos sí lo era, y en su cosmovisión era hasta un honor ser elegido para la carnicería.
Es bien interesante el fenómeno de “naturalización”: la manera en la cual algunas cosas que son diferentes o inusuales, pasan a ser cosa natural. Se naturalizan, y para el grupo o la cultura o la civilización que los ejecuta, son aceptables y alentables.

¿Qué pasa cuando las cosas malas o perversas, las que son reñidas con la ética de un tiempo empiezan a ser naturalizadas por las personas, y ya son parte del paisaje normal?

¿Es normal que si voy por la calle caminando venga otro ciudadano y me rocíe con veneno? No, lo tomaría de las solapas y le pediría explicaciones, mientras llamo a la policía.
En cambio sí es normal que me lo haga si en vez de por la calle de cemento del centro voy por la calle de tierra periurbana y un señor decidió envenenarme echando hasta el alambrado un veneno. Eso es “natural”.

Si usted está en su casa y viene alguien y le echa en la cara a su hijito que duerme en la cuna un pestilente humo de venenos gaseosos, ¿qué haría?
Y sin embargo, ¿es normal que esté parada en una esquina céntrica y los caños de escape estén echando sus humos a la cara (y a la altura) del bebé del carrito?

Si su vecino excava hasta el caño maestro que le trae agua hasta su casa, y lo corta, poniendo un codo y desviándolo para la casa de al lado, dejándola a Ud sin suministro, ¿es normal?
Sin embargo, ¿es normal que una empresa extranjera se suba a la montaña y confisque la reserva de agua andina en la forma de los glaciares, para lavar con cianuro sus rocas molidas con oro?

Si usted se sirve un vaso de leche y tiene olor a veneno, ¿la toma?. Pero, si pone a hervir acelga y sale el mismo olor a veneno inundando la cocina… usted deja que hierva un poco más, la escurre… y a la pascualina.

¿Qué otras muchas cosas estamos metiendo a la bolsa de lo normal? Porque evidentemente excede los temas ambientales, y se me ocurre por ejemplo la cola de jubilados para cobrar, bajo la lluvia, desde la madrugada. O las trabas y obstáculos que nos ponen a las organizaciones no gubernamentales para que desistamos de ser la voz que desnuda y denuncia. O pienso en el colectivo maloliente y repleto, o en el indef., qué se yo.
La saga enorme, perversa y en aumento de pequeñas o grandes infamias que van acomodándose en la lista de normalidades

¿Habrá alguna vez algún observador en el futuro que nos mire y nos juzgue de la misma manera que nosotros a aquellos que arrancaban los corazones de sus sacrificados, y diga: pobre gente, mirá la época de porquería que tuvieron que vivir: contaminados, saqueados, deshonrados, desempleados, acosados por una violencia cruel?