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Editorial del Programa ECOS del día 25 de Febrero de 2010

 


El otro día mi amigo Eduardo Braco, guarda fauna de la Fundación Reserva Natural Puerto, me trajo un recorte de diario que no me aguanto esperar a que se cumpla el aniversario para compartir su contenido en la sección Baúl: Es del diario Clarín del 9 de noviembre de 1997, pleno menemato, Maria Julia en el verde sillón.
La entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación promovía un decreto para introducir en el país una especie de avestruz africano sin el indispensable estudio de impacto ambiental.
El decreto, que ya estaba firmado por el ministro de economía, Roque Fernández, incorporaba una novedad bastante escandalosa en lo referente a la introducción de especies exóticas a la fauna de un país: enumeraba todas las posibilidades comerciales de su explotación y las pingues ganancias que se obtendrían de ella, pero ignoraba por completo la infinita cantidad de consecuencia negativas que, desde el punto de vista ecológico, económico e incluso social acarrearon en el último siglo en todo el mundo experiencias de este tipo.
Por lo general, las especies importadas para su explotación en criaderos consiguen salirse a la vida silvestre, depredan otras especies y llegan a convertirse en plagas.
De hecho, la Ley de Fauna solicita específicamente una evaluación de impacto ambiental, pero el entonces secretario de agricultura, parecía desconocerla.
Quién era este señor que estaba ansioso de ver correr avestruces africanos por nuestras pampas: Felipe Solá!
En una nota que le mandó al secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, dice: La Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable emitió la Resolución 376/97 que dispone que toda introducción de ejemplares de una nueva especie exótica al país deberá estar precedida por una evaluación de impacto ambiental. Pero en el caso de muchos de estos proyectos productivos, el costo y la complejidad de tales estudios podrían tornar inviable económicamente las propuestas. Dicho de otro modo: cuando una evaluación para determinar el daño ambiental puede espantar al inversor, es preferible no hacerla.
Por eso, Solá redactó un proyecto de decreto que evite los problemas, evitando hacer los EIA!

 

 

Cualquier especie que se introduzca en una nueva región, sea un microorganismo, una planta o un animal, tiene una probabilidad muy grande de transformarse en plaga para la agricultura, la ganadería, las comunidades naturales o para el hombre.
La Convención sobre Biodiversidad firmada por Argentina en la Eco92 y ratificada después por el Congreso, prohíbe la introducción de especies exóticas.
La Convención de Naciones Unidas sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES) resolvió que se redacten leyes y reglamentaciones nacionales para impedir esta práctica.
Por qué? una especie que llega a un nuevo territorio suele contar con algunas ventajas: no suele encontrarse con predadores que controlen su reproducción, no suele tener competencia por alimento que limite su expansión, puede no sufrir de las mismas enfermedades que los ejemplares autóctonos y puede introducir con su llegada parásitos, microorganismos que generen males desconocidos y aniquilen las especies existentes.
El visón se introdujo en la década del 50 en Esquel para ser criado en cautiverio y comercializar su piel. Por algún motivo, salió a la vida silvestre y se convirtió en una plaga que se expandió hasta la costa atlántica y puso en riesgo las especies que viven en cuevas como la mulita y el hurón.
El castor, llevado a Tierra del Fuego también para ser explotado comercialmente, se transformó en el más temible enemigo del ecosistema fueguino: su necesidad de construir diques naturales modificó casi todos los cursos de los ríos provocando inundaciones y daños a la flora y a la fauna ictícola.
En el caso del avestruz africano, nadie conoce su amenaza.
Y Felipe Solá parecía apostar a que el negocio bien valía el riesgo.
¿Seguirá pensando lo mismo?
¿No le suena alguna campanita en algún lado?
¿Sabe quien autorizo la soja transgénica y el glifosato en Argentina?
Si!! Acertó! Felipe Solá.