Skip to: Site menu | Main content

Editorial del Programa ECOS del día 1 de Julio de 2010

 

La inercia de las macanas de la humanidad

 

 

Estamos acostumbrados a ser hijos del rigor. Avanzar por la cuerda floja hasta que se corte. Total, si no se corta… mejor.
Este mes entero se habló y se habla del petróleo en el Golfo de México. Desde aquella primera noticia que di a mediados de mayo, han pasado muchas cosas, han recambiado jefes en la petrolera, han cruzado acusaciones, han asumido responsabilidades. Obama ha obligado a la BP a pagar por el vertido 20.000 millones para compensar los daños. Hay dos personas muertas en los intentos de cerrar la famosa válvula. Rusia e Irán ofrecieron ayuda y pareciera que nadie les responde, pero si contestan a México, Noruega y España.
Mientras, una cantidad que ni podemos sospechar de petróleo mana ininterrumpidamente de ese agujero literalmente negro abierto en el fondo del mar.
El Golfo de México… Su nombre remite a riberas mayas, a selvas y manglares. A trópico de palmeras e islas paradisíacas. ¿Qué quedará de todo ello?
La cuerda del petróleo se está rompiendo por demasiados lados: Primero, el tijeretazo de las emisiones de ácidos y la lluvia que todo lo carcome.
Luego, el del calentamiento global. En el medio, los buques monocasco y el Prestige, por citar tan solo a uno.
Ahora, los “accidentes” en plataformas, que se llevan el futuro de una región entera, además de vidas, gasto y pérdidas incalculables.
Como humanidad, siempre hemos hecho lo mismo: lanzamos al mundo alegremente tecnologías, productos e inventos que pareciera que solucionarán nuestras vidas para siempre. Pero andando los años, empezamos a contabilizar más víctimas que soluciones, y hay que frenar. Pero las inercias son tan descomunales que nuestras pobres vidas cortitas no alcanzan para frenar la mole.
Así, el calentamiento global nos sobrevivirá, y nuestra generación del automóvil a combustible fósil y la alegre chimenea símbolo del progreso, estará bien bajo tierra y los efectos, seguirán por siglos.
Así, los compuestos químicos de síntesis que iban a solucionar el problema de las plagas, nos sobrevivirán en el suelo, el agua, el aire y en la grasa animal por generaciones, metiéndose insidiosos y malvenidos en nuestros sistemas nerviosos, en nuestra fisiología.
Cuántas cosas que hoy nos imponen o nos venden con un moño de colores, mañana serán objeto de tratados internacionales, comisiones intergubernamentales, y políticas de saneamiento o remediación? Ya escuchamos del DDT, de los Compuestos Orgánico Persistentes, de las dioxinas, del amianto, del petróleo…
¿Cuándo empezaremos a hablar de los transgénicos, de la energía nuclear, de la nanotecnología?
Yo creo que seguiremos sosteniéndole el moño colorado a todas estas cosas hasta que una catástrofe (como la climática, o como el aumento espeluznante del cáncer, o como esta plataforma hundida) nos golpee en medio de la cara.
Claro que siempre, para ese entonces, suele ser demasiado tarde.