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Editorial del Programa ECOS del día 22 de Marzo de 2011

 

Japón. Informe especial

 

 

Indudablemente decidí esperar una semana con el tema Japón. Y no me equivoqué.
Cuando el Foro de la Industria Atómica Japonesa comunicó la parada automática de todas las plantas y el organismo regulador japonés aseguró que se había restablecido el suministro eléctrico y el problema estaba solucionado (y estoy citando) y cuando la IAEA confirmó que no ha habido emisión de radiación al exterior, no creí una palabra.
El mismo coultamiento ha pasado en cuanto incidente o accidente nuclear ha habido en el mundo.
Cuando Fukushima se queda sin equipos diésel para refrigerar, y el gobierno japonés ordenaba evacuar un radio de 10 kilómetros, después 20, después 30 y le dijo a la gente que se meta en sus casas y ponga cinta adhesiva en las ventanas, mientras les repartía ioduro de potasio, confirmé que no era paranoica y desconfiada, sino que una vez más, estábamos ante un episodio de la inconciencia de la energía nuclear, sus secuaces y el manto de silencio y mentiras que se montan sobre estos penosos episodios.
El accidente nuclear fue cambiando de medida, y de grado 4 terminó en 6. Uno más, e igualaba a Chernobyl.
El ministro Yukio Edano dice a quien lo escuche que ha bajado el nivel de radiactividad en la zona, que efectivamente se había producido una emanación de vapores radiactivos, pero que no eran de importancia.

Mientras los ojos del mundo mirábamos con impotencia y nos poníamos en duelo por un país arrasado con miles de personas muertas, se procuraba montar, como diría Cortázar, los trípodes del camelo.

Nadie habló durante los primeros diez días sobre las piletas de enfriamiento para el combustible gastado de alta actividad cuyas aguas deben ser mantenidas en circulación permanente pues de otro modo el agua comenzaría a hervir, evaporándose, y emanando una reacción exotérmica con liberación de gases altamente radioactivos.
Nueve millones de personas viven en Tokio, o vivían, mientras los cadáveres eran recogidos de a miles en las costas y se anunciaban cifras de desaparecidos escalofriantes. Miles de personas eran evacuadas de los alrededores de los reactores de Fukushima, el corazón de la industria atómica japonesa.
El agua de mar apenas enfriaba un poco esa olla letal, y nadie decía adónde se derivaba luego el agua de mar caliente y radiactiva.

Recién ahí, cuando ya era insostenible el paño frío al muerto que los actores nucleares abroquelados corporativa e internacionalmente trataban de sostener, empezaron a filtrarse dudas.
Dudas que salen del sentido común. Y que bien podemos decir los ecologistas que desde hace veinte años decimos que estas cosas pasan, dramáticamente pasan… “se lo advertimos”.

El comisario de Energía del bloque europeo Günther Oettinger decía que la UE debe plantearse si puede prescindir de las centrales nucleares, y que en el entretanto había que revisar la seguridad de sus instalaciones.
La canciller alemana, Ángela Merkel, que se veía tan dura afirmando que le importaba tres belines el compromiso del gobierno anterior de cancelar el plan nuclear, dio un vuelco a su política y aplazó la ampliación de la vida útil de las 17 centrales atómicas del país, anunciando la paralización de las siete centrales atómicas alemanas construidas antes de 1980

Suiza miró para adentro y anunció la suspensión de las licencias para la construcción de tres centrales nucleares.

En Chile, adonde el pacto antinuclear duró lo que Bachelet en el gobierno, se produjo el unánime rechazo a la energía nuclear en una masiva conferencia de prensa en la que exigieron al gobierno no firmar un acuerdo Estados Unidos, negociado en secreto (hasta ahora) por el presidente Piñera. Se llama “memorándum de entendimiento sobre cooperación en energía nuclear”
con el propósito de construir centrales nucleares de manufactura estadounidense.

En los Estados Unidos, el Presidente Barack Obama estaba acordando un amplio programa nuclear con sus opositores republicanos, y ahora -si bien no se han cancelado- las negociaciones entraron en un paréntesis.

En nuestra región, es casi seguro que Perú y Uruguay abandone esta energía, lo mismo que Venezuela.

Aparecen pruebas, ahora, cuando ya es tarde, de que las autoridades de la planta nuclear de Fukushima falsificaron datos de seguridad para ocultar los problemas en la central nuclear en 1989, fraude fue descubierto en 2002. La Tokyo Electric Power pidió sus "sinceras disculpas por incurrir en prácticas deshonestas". Un empleado de la General Electric confesó haber falsificado informes de inspecciones del reactor número 1 en 1989, a pedido de directivos de la empresa.

WikiLeaks hizo de las suyas y reveló que el Organismo Internacional de la Energía Atómica advirtió a las autoridades japonesas que un terremoto de gran magnitud podría causar un "problema grave" en las plantas nucleares, según un cable diplomático de Estados Unidos.

Sigo?
Se acordará usted de estas cosas cuando alguien le venga a decir que la energía nuclear es la solución al calentamiento global, que es limpia, segura y barata?

Se acordará usted?