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Editorial del Programa ECOS del día 25 de Abril de 2015

 

Brasil es el paraíso para los agrotóxicos

 

 

Leíamos en Ecoticias.com que Brasil es ‘el paraíso terrenal’ para los fabricantes de pesticidas prohibidos: al menos cuatro de los grandes fabricantes de pesticidas, FMC Corp de Estados Unidos, la danesa Cheminova A/S, la alemana Helm AG y la gigante suiza Syngenta AG, venden en Brasil productos que ya no están permitidos en sus mercados domésticos, según una revisión de Reuters a los pesticidas registrados.
Los agricultores brasileños se han convertido en los principales exportadores mundiales de azúcar, jugo de naranja, café, carne, aves de corral y soja, pero también han conseguido una distinción más dudosa: Brasil desplazó en 2012 a Estados Unidos como el mayor comprador mundial de pesticidas. Este rápido crecimiento ha hecho de Brasil un mercado atractivo para pesticidas prohibidos o descontinuados en países más ricos por los riesgos a la salud y el ambiente.
Entre estos está el paraquat, considerado "extremadamente venenoso" por los reguladores de Estados Unidos. Syngenta y Helm tienen licencia para venderlo en Brasil.
Los propios reguladores brasileños advierten que el Gobierno no tiene la capacidad para garantizar el uso seguro de agrotóxicos.
En el 2013, un avión roció con insecticida una escuela en el centro de Brasil. El incidente, que envió al hospital a más de 30 escolares y profesores, aún está bajo investigación. "No podemos mantenernos al día", dijo Ana María Vekic, jefa de toxicología de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria, a cargo de evaluar los riesgos de los pesticidas a la salud.
FMC, Cheminova y Syngenta dijeron que los productos que venden son seguros si se usan adecuadamente. Las firmas argumentan que una prohibición en un país no necesariamente significa que un pesticida tenga que estar prohibido en todos lados porque cada mercado tiene diferentes necesidades para sus cultivos, pestes, enfermedades y climas. Helm, con sede en Hamburgo, no respondió a los pedidos de comentarios.
Especialistas en salud pública de Brasil rechazan ese argumento. "¿Y qué si las necesidades de los cultivos o suelos en Brasil son diferentes?", dijo Víctor Pelaez, ingeniero en alimentos y economista de la Universidad Federal de Paraná, en el sur del país. "Lo que es tóxico en un lugar es tóxico en todas partes, incluido Brasil".
Los controles de reguladores federales muestran que gran parte de los alimentos cultivados y vendidos en Brasil violan las normas nacionales. El año pasado, Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria completó su análisis más reciente sobre residuos de pesticidas en alimentos en todo el país. 29 por ciento mostró residuos que superaban los niveles permitidos o contenían pesticidas no aprobados. Desde 2007, cuando el Ministerio de Salud de Brasil comenzó a mantener registros, el número de casos reportados de intoxicación de personas por pesticidas se duplicó.
El número anual de muertes relacionadas con envenenamiento por pesticidas trepó a 206 desde 132. Especialistas en salud pública dicen que las cifras actuales son mayores pero que el proceso de seguimiento es incompleto.
En el 2013, el último año para el que hay cifras disponibles, los compradores brasileños adquirieron pesticidas por un valor de 10.000 millones de dólares, o un 20 por ciento del mercado global. Desde el 2008, la demanda brasileña aumentó un 11 por ciento por año, más del doble que el ritmo global.
Un factor que obstaculiza la implementación más enérgica de garantías contra los pesticidas en Brasil es un "lobby" agrícola que es cada vez más poderoso. En los comicios presidenciales del año pasado, Las compañías agrícolas y de alimentos de Brasil representaron aproximadamente un cuarto del dinero que la presidenta recibió de grandes.
En el Congreso, casi la mitad de los 594 legisladores se identifica con la "bancada rural", un grupo de parlamentarios que ha flexibilizado leyes que prohibían cultivos genéticamente modificados, así como normas sobre tala de árboles en la Amazonía y otras tierras boscosas.
La influencia de la industria y los reducidos presupuestos para los reguladores limitan la capacidad de Brasil de hacer cumplir las leyes sobre pesticidas.
El tiempo que le lleva a Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria evaluar un pesticida que un fabricante propone vender en Brasil Por ley, no más de 120 días. Pero la agencia puede demorarse años.
Con un equipo de menos de 50 científicos, comparado con los cientos de entidades similares en Estados Unidos o Europa, actualmente tiene una lista de espera para la revisión de más de 1.000 químicos. Y también puede tomar años retirar químicos peligrosos del mercado. Un esfuerzo por reevaluar 14 pesticidas polémicos usados en Brasil, la mayoría prohibidos en otros países, entró ahora en su séptimo año, retrasado por querellas de fabricantes y por la oposición de muchos legisladores.
Hasta ahora, la revisión ha logrado la prohibición de apenas cuatro pesticidas.
En diciembre, Anvisa anunció que prohibirá el metil paratión, un insecticida vedado en Estados Unidos y Europa. Pero la agencia aún no ha dicho cuándo o cómo lo hará. Como resultado, Cheminova, la compañía danesa que lo vende, no ha cambiado sus planes respecto al negocio con este producto.
"Los agricultores lo aman" dicen los de la empresa.
El retraso del estado obliga a continuar usando químicos antiguos, potencialmente más dañinos. "Tenemos productos nuevos, pero hay una demora en llevarlos al mercado", dijo el presidente de la unidad para América Latina de FMC, el fabricante estadounidense del insecticida Furadan. El producto se fabrica a base de carbofurano, un compuesto del que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, "concluyó que los riesgos alimenticios, laborales y ecológicos son inaceptables para todos los usos".
Hubo además en el Brasil algunas cosas como el asesinato con 25 tiros a
José María Filho, un pequeño productor en la meseta, había empezado a quejarse ante las autoridades locales por la irritación cutánea y las enfermedades de sus animales.
Filho acusó a los grandes propietarios de abuso de pesticidas sobre los canales y áreas adyacentes a las tierras de cultivo. "El hablaba demasiado", recuerda un ganadero local.