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Editorial del Programa ECOS del día 13 de Abril de 2019

 

Minas activadas con cada residuo tóxico

 

 

Vivimos en un mundo que nos parece infinito porque subimos a un cerro y no vemos el final.
Y percibimos que si tiro por la ventana el papelito, por la chimenea el humo, por el desagüe el contenido de la lata vieja de pintura, el mundo es tan ancho y ajeno que se diluirá. La capacidad de dilución de la naturaleza, la venimos percibiendo como infinita, porque somos hijos de nuestro tiempo. Y si nos machacan desde hace 200 años con que hagamos lo que hagamos, la naturaleza en sus matrices (agua, aire y suelo) se las arreglará para degradarlo y hacerlo “desaparecer”, no nos queda otra que ser esclavos de ese adoctrinamiento. ¡Pero parece que será menester que nos quede otra!
Cuando empezó a develarse que esto no era así, los primeros que saltaron fueron precisamente los que más echaban al mundo sus basuras: producción a escala de sustancias químicas tóxicas, gases, residuos de todo tipo.
En fin, que este proceso más o menos ya lo conocemos. Fue el despertar a un planeta finito, limitado y lamentablemente, bastante saturado, que nos devuelve día a día, en nuestros pobres cuerpos, impactos sanitarios raros, masivos, variados, que desconciertan a médicos y hacen que revisemos sinergias de tóxicos y cosas de las que antes, no se hablaba.
Pensaba en estas cosas, por una nota que salió en el diario El País, de España, titulada “El agente naranja sigue pudriendo los suelos de Vietnam 50 años después” y que cuenta cómo el herbicida usado por EE UU en la guerra aún llega a los humanos desde los sedimentos de los ríos y los lagos.
Pues allá, en aquella zona tan mencionada en la historia reciente, el ejército norteamericano tuvo dos guerras: una contra el Viet Cong y otra contra la naturaleza. Y para doblegar a unos, había balas y fuego. Para la otra,
usaron millones de litros de herbicidas contra la selva donde se escondían los vietnamitas y les bañaron de veneno los cultivos de arroz. Ese herbicida fue el agente naranja. 50 años después aún hay restos altamente tóxicos de ese químico en suelos y sedimentos, que terminan en la cadena alimentaria.
Diversos informes de las Academias Nacionales de Ciencia de EE UU estiman que en la Guerra de Vietnam se usaron más 80.000 millones de litros de herbicidas sobre el 20% de las selvas y 10 millones de hectáreas de arrozal.
Pero los muchachos echaban también en sus propios campamentos para matar todo el verde que hubiera en los alrededores de las bases militares estadounidenses, creando así un perímetro de seguridad. Veían si venía su enemigo, pero a la vez, estaban respirándose un enemigo. Y no se dieron cuenta.
El agente naranja es un compuesto a partes iguales de dos herbicidas, el ácido 2,4-dicloro feno xiacético (2,4-D) y el ácido 2, 4, 5- tricloro fenoxiacético (2,4,5-T). No se sabía entonces que el agente naranja contenía una dioxina altamente tóxica, la TCDD. Se quedaba pegada a las hojas que, al caer, llevaban la dioxina hasta el suelo y la naturaleza se encargaba de propagarla.
Los procesos de erosión mueven los sedimentos contaminados mediante escorrentías hasta los cursos de agua, los ríos, los estanques y los lagos donde la dioxina se queda intacta, extendiendo su vida media, que, expuesta al Sol, se degradaría en menos de tres años. Pero, en suelos protegidos por la vegetación tarda en degradarse hasta 50 años y, si está en sedimentos, más de 100 años.
Y hay muchos peces y camarones que comen en el fondo. Resultado: las dioxinas se acumulan en sus tejidos y ahí van los pescadores a pescar alimento contaminado.
Se sabe poco del impacto del agente naranja que queda más allá de las bases, aunque de hecho vive mucha gente en esta incertidumbre. Bien Hoa es una ciudad de 900.000 personas y aunque está prohibida la pesca en ríos y lagos de la zona aún hoy, ¿cómo evitar que la gente, con hambre, vaya y pesque?. Se estima que hay aún tres millones de vietnamitas que sufren los efectos de los defoliantes,
Encima, fíjense que, en aquel entonces, no se sabía muy bien que la incineración quemaba los materiales contaminados, pero echaba con el humo a las dioximas, de modo que yo reducía la basura tóxica, pero luego nos la respirábamos todos, democráticamente. Y eso es lo que hicieron los todos los aviones que allí se usaron en Vietnam: como estaban bañados en dioxinas, … los incineraron… mala idea.
El último de los informes sobre los efectos del agente naranja en los veteranos de guerra, (informes que se publican cada dos años) detallan nuevas patologías relacionadas con la exposición al herbicida.
Como sea, quise traer este ejemplo, para mostrar cómo estamos dejando una herencia problemática por todos lados, y sin embargo, sin embargo, seguimos inyectando al ambiente químicos peligrosos, buscando dispensas, retrasando la inclusión de los químicos en los acuerdos internacionales de prohibición, traficando con residuos peligrosos, como si todo lo malo le fuese a pasar a los demás y no a nosotros. Como si la cosa se pusiese fea, nos podríamos ir a cultivar papas a Marte con Matt Damon…