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Editorial del Programa ECOS del día 18 de Diciembre de 2021

 

¡Oh no, los plásticos!

 

 

No terminamos de tomar conciencia acerca del uso de los plásticos. Y me incluyo. Voy a viajar y me llevo un vasito plástico descartable para tirar allá y no regresar con más peso. Guardo en el freezer una tarta y la pongo en una bandeja plástica. Somos una generación que lo tiene tan pero tan incorporado, que fácilmente podemos ser conscientes de rechazar una bolsa extra, o un envoltorio innecesario, o cubiertos de plástico y pajitas. O ya embotellamos el agua en la heladera en la botella en la que vino el puré de tomates. Pero los plásticos que más usamos a diario ni se nos ocurre reemplazarlos.
Mire el estuche de sus anteojos. Mire la botella de limpiador, o la funda la computadora portátil, o la hebilla para el cabello. Hoy, nos cuesta imaginar sustitutos. Pese a que hay ya muchas buenas personas que venden (carísimos) los cepillos de dientes de madera, o tomadores de cabello de metal, el plástico nos está costando mucho –hay que reconocerlo- de sustituir en nuestras vidas cotidianas.
Aunque sabemos que los residuos plásticos tienen impactos devastadores en la salud del océano, la vida silvestre marina y las comunidades costeras. Sin embargo, los procesos de reciclaje y su infraestructura son hoy insuficientes para gestionar la complejidad y la cantidad de residuos plásticos que terminan en basurales o en rellenos.
El país que más basura genera es Estados Unidos: 42 millones de toneladas al año. Más que toda Europa junta. De ahí, 2.2 millones de toneladas es plástico. Y no lo decimos los ecologistas porque lo asociamos con Mac Donalds o coca cola, sino sus propias Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina en el informe 2021.
Ese plástico incluye botellas y pajitas, envases, y gran parte termina, a través de ríos y arroyos, en los océanos: en todo el mundo, 8,8 millones de toneladas de desechos plásticos acaban en el mar cada año
Claro que no hay una solución mágica, sino que el camino del plástico tiene muchas estaciones. Y en todas hay que empezar a trabajar, sustituir, eliminar.
No se trata de inventar el gran aparato que junte basura y la convierta en algo nuevamente útil. Porque es una carrera sin fin: eso que fabrico nuevo, va a terminar siendo basura más temprano que tarde. Y en todos los procesos, hay contaminación. Pues el plástico no viene solo, sino con esmaltes, solventes, flexibilizantes, todas sustancias que no fueron hechas para andar manipulándolas por los humanos, pues estaban capturadas en los plásticos, pero ahora se salen de su lugar pensado.
Durante años EEUU y otros países mandaban basura plástica a China, que nos las revendían en forma de osito o llavero. Pero China dijo basta, y la basura siguió por inercia yendo ilegalmente al Sudeste Asiático, como Vietnam o Tailandia, adonde la mayor parte de las veces terminó tirada en una playa o quemada…
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente todo el mundo produce alrededor de 300 millones de toneladas de desechos plásticos cada año.
Pero, menos del 10% de todo ese plástico tirado a la basura se ha reciclado al menos una vez en todo el mundo, porque es difícil y costoso de recolectar y clasificar. El resto… tirado, enterrado o quemado.
Y acá tenemos un serio problema: los plásticos al ser quemados, en cualquiera de los métodos que hay (incineración, arco de plasma, pirólisis, etc etc) se reducen claramente de volumen, pero emiten inevitablemente (y resalto inevitablemente) sustancias tóxicas que salen del plástico quemado, porque no hay filtros capaces de filtrar de veras todos los subproductos de la incineración. Y lo que no se va a la atmósfera, queda en cenizas altamente tóxicas. Grandes empresas han dicho: seremos circulares! Vamos a usar los plásticos como combustible, los convertiremos en energía, y voilá!
Se los damos a las fábricas de cemento que los tiran en esos grandes hornos, y desaparecen.
Otra astuta forma de no dejar de producir millones y millones de botellas plásticas, por ejemplo, e inundar alcantarillas, ríos, océanos, nuestras vidas…
Una vez más, el reciclaje no va a detener la crisis mundial de desechos plásticos, si no se aborda toda la cadena con cambios radicales en todos los pasos, desde el sistema de producción hasta los hábitos. No sirve seguir alimentando la cadena en la idea de “total, alguien lo separará y lo reciclará” o peor: se quemará en algún lado. Mala cosa. Pensemos en esto. Como siempre, lo primero es conocer el problema.