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Editorial del Programa ECOS del día 9 de Abril de 2022

 

Otra vez los océanos, siempre perdedores

 

 

“Naufraga tratado para proteger océanos”, decía el diario La Jornada de México la otra semana. Porque al concluir la IV Conferencia Intergubernamental del proceso de Biodiversidad más allá de la jurisdicción nacional (IGC4), en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, los gobiernos de los 48 países que se habían reunido no lograron acordar un tratado global que proteja los océanos, más allá de las aguas nacionales de cada uno de los países.
El océano ha sido históricamente un gran basurero: residuos voluntarios o accidentales de cloacas de miles de millones de personas, otros tantos pluviales, tóxicos químicos, millones de tambores con residuos nucleares, vertidos de petróleo, más lo que arrastra cada río que termina en el mar, de millones de toneladas de pesticidas, fertilizantes, basuras de riberas...
Así tratamos al océano. Y sin embargo lo representamos con una isla tropical, arenas blancas, olitas espumosas, un velero.
Así tratamos al océano y sin embargo esperamos de él que morigere el calentamiento global, nos provea pesca, agua para desalinizar en zonas secas, energía mareomotriz... Es como una relación esquizofrénica: te quiero para varias cosas, y sin embargo no te quiero y te uso de basurero.
El acuerdo del otro día era dotar de protección integral a los ecosistemas marinos ante los impactos crecientes de las actividades humanas en el océano y del cambio climático, creando una red de santuarios marinos en aguas internacionales, que sea mandatorio para todos los países, que limite las actividades extractivas, como la minería sub-marina, la pesca industrial excesiva, la exploración petrolera y la contaminación por plásticos.
Este tratado debiera responder al objetivo 30x30: proteger al menos 30 por ciento de la superficie de los océanos para 2030.
Los años pasan demasiado rápido. Casi todos los objetivos relacionados con el ambiente se fueron venciendo sin cumplir desde aquella cumbre de la Tierra de Estocolmo, la primera, en 1972... Pasó nada menos que medio siglo. Y día a día estamos peor. 50 largos años... ¿y?