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Editorial del Programa ECOS del día 4 de Marzo de 2023

 

Tropezar con distintas piedras

 

 

Muy buenas. Hoy podríamos empezar hablando de aquél famoso dicho de “tropezar dos veces con la misma piedra”, ya que como especie humana venimos tropezando y tropezando y parece que cuando el camino está despejado, vamos a buscar alguna piedra para poder tropezar.
A lo largo de los años, las décadas y los siglos, fuimos emprendiendo proyectos, creando cosas, armando dispositivos, que llegaban para resolver un problema, pero que al poco tiempo, resulta que generaban dos. O tres, o muchos problemas, algunos de los cuales se nos quedaban para siempre. O casi.
Si nos ponemos a hacer una lista, no terminamos más: heroína para la tos, cigarrillos para el asma, mercurio para blanquearse la piel, la talidomida que dejó una secuela de deformaciones congénitas… los propelentes de los aerosoles que destruyeron la capa de ozono, el DDT, el avión Concorde, tantísimos pesticidas hoy recontra prohibidos, el teflón, en fin, piense un poco y se dará cuenta de las piedras con las que tropezamos.
Una de esas sustancias nos viene como anillo al dedo: el amianto, asbesto, eso que teníamos en los difusores de calor, en los aislantes de las paredes, en los tanques de agua de fibrocemento, en las chapas de fibrocemento para el techo.. altamente cancerígeno debido a las fibrillas (si usted mira los programas de TV de renovación, habrá visto que si empiezan a desmantelar una casa y aparece amianto, echan a todos, y entran unos señores vestidos de astronautas a aislar todo aquello que tenga asbesto, y se lo llevan. Y no dejan entrar a nadie).
Bueno, le cuento una de estos días: en Francia, en 1963, fabricaron un enorme portaaviones de 266 metros y capacidad para 1300 tripulantes (y 30 cazabombarderos, claro). Sirvió a Francia durante 37 años en la guerra civil del Líbano, la guerra del Golfo y otros tiroteos más. Terminó en Brasil bajo el nombre de Sao Paulo, comprado en 2001 por ese gobierno vaya a saber uno para qué, por 12 millones de dólares. La cosa es que está tan mal que apenas pudo navegar 206 días en quince años, y Brasil se lo quiso sacar de encima y vendérselo a Turquía por 2 millones, Sok Denizcilik compró el barco en una subasta para reciclarlo eliminando cualquier residuo tóxico de forma responsable, mientras obtenía beneficios con las toneladas de metales no tóxicos que contenía. Pero Turquía aquél país le prohibió el acceso ya que tiene asbesto, toneladas y toneladas de amianto.
Desde agosto de 2022 navega sin rumbo y no lo deja nadie entrar a puerto en ningún lado, ni siquiera en el propio Brasil.
Entonces, el gobierno de Brasil decidió hundirlo en aguas territoriales brasileñas, a unos 350 kilómetros de la costa.
Como fue desarrollándose esta increíble historia? Cuando los ecologistas turcos empezaron a sospechar de los datos que los inspectores habían informado sobre “apenas” 10 toneladas de asbesto a bordo, pidieron pruebas, pero no se presentó ninguna.
En julio, los activistas contactaron con Grieg Green, que es una empresa noruega que había elaborado el inventario de materiales peligrosos del buque, y se lo pidieron. Esta auditora dijo que “Durante la inspección a bordo, varios espacios estaban sellados y fueron inaccesibles para el inspector”, la cantidad de asbesto notificada era un cálculo adivinado. “Podría haber una gran diferencia entre la cantidad real existente a bordo y lo declarado.
Los grupos ecologistas presionaron al gobierno turco para que rechace el barco. A todo esto, el São Paulo, ya dado de baja, estaba cruzando el Atlántico remolcado, camino del astillero de desguace de Turquía, adonde la campaña ecologista iba cobrando fuerza. Los funcionarios turcos no pudieron hacerse los tontos ante las noticias en todos los diarios de que llegaría a Turquía un buque con muchas toneladas de asbesto, y le pidieron a sus pares brasileños un nuevo inventario de sustancias peligrosas. No se sabe bien qué fue lo que respondió Brasil, pero la cosa es que Turquía canceló el permiso de importación.
El barco y su remolcador, a todo esto, ya había llegado a Gibraltar, y tuvo que dar media vuelta y empezar lentamente el regreso al Brasil.
Pero al acercarse a Brasil en octubre, la marina le ordenó permanecer frente a la costa y no seguir a Río de Janeiro, de donde había partido.
En ese momento, tras dos travesías transatlánticas, el buque necesitaba atracar para recibir mantenimiento. Pero al parecer la campaña ambiental había funcionado demasiado bien. Las autoridades brasileñas ya estaban asustadas y presionaron a los puertos para que no aceptaran el barco, que fue rechazado allá adonde pidió amarre. Y el barco y el remolcador empezaron a dar vueltas por meses.
A todo esto, la empresa que se había comprado este presente griego caminaba por las paredes: cada día le tenía que poner al remolcador 20 toneladas de combustible, y a enero, oficialmente, la empresa llevaba perdidos cinco millones de dólares en la operación.
Los ecologistas no entienden por qué la marina no quiere llevarse el barco y se niega a decir por qué. Según el Convenio de Basilea, los países están obligados a reimportar los residuos tóxicos que no puedan exportar con éxito. Y Brasil está violando el Convenio al no permitir que el barco atraque.
Los oficiales de la marina dijeron que les preocupaba que el barco se hundiera cerca de la costa y creara un peligro para la navegación. Por ello, ordenaron alejarlo unos 320 kilómetros mar adentro, y consideraron el hundimiento del barco como una de sus pocas opciones.
Un informe de diciembre afirmaba que, en aquel momento, el barco estaba en condiciones de ser remolcado a un puerto. Pero un reporte de la marina de enero decía que aunque el barco podría aguantar otro mes antes de hundirse, era demasiado inestable para llevarlo a aguas costeras.
En fin, que a principios de febrero las autoridades anunciaron que iban a hundir el barco, ya que de todos modos –dijeron- estaba tan mal que se iba a ir a pique solito.
The New York Times le preguntó al IBAMA (la agencia ambiental de Brasil) como resolver que esos productos químicos del São Paulo podrían dañar la capa de ozono, causar la muerte de la fauna marina y deteriorar los ecosistemas en importantes puntos vitales de biodiversidad marina.
Cuento esta historia para mostrar cómo, los humanos, nos creamos problemas creyendo que estamos creando soluciones. Cómo, por ejemplo, el caso reciente de Bolivia, que bajo la idea de economía circular y creación de puestos de trabajo, la va a emprender con… biocombustibles. Que depende de cómo, no estaría tan mal, pero no tuvieron mejor idea que hacer un proyecto con… palma aceitera! que es el cáncer de la amazonía peruana y ecuatoriana, que generó un desastre de deforestación y contaminación. Si buscan “palma aceitera Universidad Autónoma de Barcelona” en el buscador, van a ver un excelente trabajo que lo explica muy bien y que se llama “Las plantaciones de palma aceitera provocan la infertilidad de los suelos tropicales”.
Vuelvo al principio: tropezamos muchas veces con la misma piedra, y si no encontramos una piedra para tropezar vamos a buscar alguna.