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Editorial del Programa ECOS del día 22 de Julio de 2010

 

Mercaderes del cambio climático

 

 

Alejandra Folgarait publicó el otro día en el diario la nacion, una serie de reflexiones que desearía compartir con ustedes
El titulo era Ecología y polémica, Mercaderes del cambio climático
Dice la colega:

La desinformación es hoy el arma preferida para generar dudas sobre temas ambientales espinosos. Usinas financiadas por intereses corporativos y políticos tapan los hechos para manipular a la opinión pública. Quiénes son y cómo trabajan los científicos que niegan las evidencias y dividen a la comunidad científica global con sus falsas verdades?
Una nueva clase de escépticos pugna por hacerse escuchar en todo el mundo. Ataviados con argumentaciones vistosas, científicos de renombre se dedican a negar evidencias molestas -como la que vincula al cambio climático con las actividades industriales-y hacen valer sus opiniones como si fueran certezas. En buen criollo: fomentan falsas controversias científicas con el objetivo de llevar agua para su molino o para el molino de los intereses que representan.
El accionar de los nuevos escépticos se ha tornado evidente a partir de las discusiones sobre el cambio climático. Ante la catarata de estudios que prueban la responsabilidad humana en el aumento de la temperatura global y en el incremento de fenómenos climáticos extremos, como huracanes y sequías, los científicos escépticos generan sospechas de todo tipo. El objetivo de estos mercaderes del conocimiento es crear titubeos entre quienes deben frenar el cambio climático, ya sean gobiernos o ciudadanos de a pie.
La novedad hoy no es sólo el hecho nefasto de que haya científicos dispuestos a distorsionar la verdad e intereses económicos que les pagan por ello, sino que empiezan a ser desenmascarados.
Un libro que acaba de publicarse en EE.UU., Merchants of doubt (Mercaderes de la duda), escrito por los historiadores de la ciencia Naomi Oreskes, de la Universidad de California en San Diego, y Erik Conway, del Instituto Tecnológico de California, expuso por primera vez cómo funciona la usina de desinformación científica financiada por lobbys cercanos a las corporaciones de hidrocarburos.
Por ejemplo, el segundo grupo industrial más poderoso de los Estados Unidos -las poco conocidas "Industrias Koch"- entregó, entre 2005 y 2008, casi 25 millones de dólares a 40 fundaciones negadoras del cambio climático.
El diplomático argentino Raúl Estrada Oyuela -quien lideró durante años las negociaciones internacionales sobre cambio climático- habla sin eufemismos de estas conexiones non sanctas. Según el embajador, en la década del 90 funcionó en los Estados Unidos la Global Climate Coalition, una organización financiada por las más importantes empresas petroleras y energéticas para oponerse a la reducción de las emisiones de gases de invernadero. Desde esa coalición, dice el presidente de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente, se financiaban estudios para anular las evidencias científicas sobre el cambio climático, entre otras cosas. "Se sabe incluso que se premiaba con 10.000 dólares cada artículo de prensa contra el cambio climático", revela.
El libro de Oreskes y Conway demuestra que algunos de los científicos que hoy reniegan del calentamiento global participaron antes en polémicas referidas a los efectos del tabaco, la lluvia ácida y el agujero de ozono. Y van más allá: dan nombres.
Los negadores del cambio climático destinan cada vez más dinero y esfuerzos para imponer su escepticismo. Seminarios para periodistas y funcionarios, artículos en los medios, informes con datos, gráficos y curvas, financiación de estudios realizados en laboratorios: todo vale para evitar que se establezcan normas que regulen el mercado de la energía.
La creación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en 1988 -un comité internacional que reúne a 2500 científicos del clima para elaborar periódicos informes sobre el aumento de la temperatura global y sus consecuencias- fue un hito en la historia de la defensa del ambiente. Pero marcó también el surgimiento de fuertes lobbies para refutar todo estudio científico que confirmara la vinculación entre el uso de combustibles fósiles y el aumento de la temperatura global.
Para desactivar las bombas de estruendo que arman los negadores, bastaría mostrar las señales del cambio climático aquí, allá y en todas partes. Sin embargo, los interesados en continuar con los actuales niveles de consumo y con la industria basada en el petróleo siguen practicando el juego de la suspicacia. Y muchas veces ganan las primeras planas mundiales con sus declaraciones a pantalla roja.