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Editorial del Programa ECOS del día 5 de Agosto de 2010

 

El vertido de petróleo en el Golfo: Una perforación en el mundo

 

 

Dice Naomi Klein

¿Cuánto tardará hasta que un ecosistema tan arrasado sea "restaurado y sanado" como ha prometido el secretario del interior de Obama? Se pregunta.
De ninguna manera está claro que exista una remota posibilidad de lograr una cosa semejante en el mayor desastre ecológico en la historia de EE.UU.
Las promesas de la BP suenan muy bien. Pero para gente cuyo sustento la pone en contacto directo con la delicada química de los humedales, también suena ridículo y hasta doloroso. Una vez que el petróleo cubre la base del pasto de los pantanos, ninguna máquina milagrosa o químico puede eliminarlo con seguridad. Se puede retirar petróleo de la superficie de agua al aire libre, y se puede remover de una playa arenosa, pero un humedal cubierto de petróleo sólo se queda ahí, secándose lentamente. Las larvas de innumerables especies para las cuales el humedal es un lugar de desove -camarones, cangrejos, ostras y peces- resultarán envenenadas.
Cuenta la colega “viajé por pantanos cercanos en un bote de poco calado. Los peces saltaban en aguas rodeadas por barreras flotantes blancas, las franjas de algodón grueso y malla que BP utiliza para absorber el petróleo. El círculo de material contaminado parecía estarse cerrando alrededor de los peces como un nudo corredizo. Cerca de ahí, un mirlo de alas rojas estaba encaramado sobre una brizna de junco contaminada por petróleo de dos metros de alto. La muerte subía por la caña.
¿Cuánto tardará hasta que un ecosistema tan arrasado sea "restaurado y sanado" como ha prometido el secretario del interior de Obama? Las pesquerías de Alaska todavía tienen que recuperarse plenamente del vertido del Exxon Valdez en 1989 y algunas especies de peces nunca volvieron. Científicos del Gobierno calculan ahora que una cantidad de petróleo igual a la del Valdez puede estar entrando en las aguas costeras del Golfo cada cuatro días.
Sabemos lo siguiente: Sus ricas aguas y concurridos cielos serán menos vivos que actualmente. El espacio físico que numerosas comunidades ocupan en el mapa también disminuirá, gracias a la erosión. Y la legendaria cultura de la costa se contraerá y marchitará. Después de todo, las familias pescadoras en toda la costa no sólo juntan alimento. Mantienen una intrincada red que incluye tradición familiar, cocina, música, arte y lenguajes en peligro. Sin la pesquería, esas culturas únicas pierden su sistema de raíces, el terreno mismo en el que se encuentran.
Si Katrina desveló la realidad del racismo en EE.UU., el desastre de BP desvela algo mucho más oculto: cuán poco control tenemos, incluso los más ingeniosos de nosotros, sobre las impresionantes fuerzas naturales intrincadamente interconectadas con las que interferimos con tanta indiferencia. BP no puede sellar el hoyo que hizo en la Tierra. Obama no puede ordenar que las especies de peces sobrevivan, o que los pelícanos marrones no desaparezcan. Ninguna cantidad de dinero –ni los 20.000 millones de dólares recientemente prometidos por BP, ni 100.000 millones– pueden reemplazar una cultura que ha perdido sus raíces. Y mientras nuestros políticos y dirigentes corporativos todavía no aceptan esas lecciones de humildad, la gente cuyo aire, agua y sustento han sido contaminados pierde rápidamente sus ilusiones.
Esta crisis del Golfo tiene que ver con muchas cosas –corrupción, desregulación, la adicción a los combustibles fósiles- Pero bajo todo esto, tiene que ver con lo siguiente: la pretensión terriblemente peligrosa de nuestra cultura de poseer un entendimiento y control tan completo de la naturaleza que podemos manipularla y remodelarla radicalmente con un mínimo riesgo para los sistemas naturales que nos sustentan. Pero como ha revelado el desastre de BP, la naturaleza es siempre más impredecible que lo que pueden imaginar los modelos matemáticos y geológicos más sofisticados.