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Editorial del Programa ECOS del día 11 de Agosto de 2012

 

Si se globalizan los problemas, hay que globalizar las soluciones

 

 

Deseo unir en este editorial 3 noticias:
El objetivo es ver una vez más que las crisis ambientales son globales. Que nadie puede irse a una isla y estarse fuera de los problemas asociados al desmanejo ambiental que el hombre da a su planeta. Aunque tenga dinero, aunque sea sindicalista, presidente, banquero o dueño de una corporación.

Piense en una isla del Pacífico. Quizás no exactamente la isla de las palmeras, mejor aún, una isla misteriosa, con una historia enigmática y unos yacimientos arqueológicos únicos y maravillosos: si, Pascua, el ombligo del mundo. Rapa Nui.
Esta noticia lleva por título “Sacarán media tonelada de basura electrónica de la Isla de Pascua”. Porque en el mundo globalizado, la Isla de Pascua no se queda fuera de la tecnología... ni del problema de qué hacer con aquellos aparatos que dejan de servir. 500 kilos de basura electrónica se acumulaban en Hanga Roa la capital de esta isla que tiene la nadita de 160 km cuadrados, 5000 habitantes y a 3500 km de la VII Región en Chile. O sea, una nadita de piedra volcánica en medio del pacífico azul, y lejos de todo.

El siguiente titulo dice: Huella de carbono de Isla de Pascua triplica el per cápita nacional.
La cifra nacional de Chile continental es de 4,4 toneladas de CO2, mientras que en la Isla supera los 12,2. El estudio de la huella de carbono del ombligo del mundo lo hizo la Pontificia Universidad Católica de Chile en cuatro meses
Por qué?
Hace 10 años, el interés por conocer la Isla de Pascua comenzaba a crecer. En ese entonces, sus 3.791 habitantes debían recibir tres vuelos a la semana con turistas, que en esa época eran más de 17 mil al año.
Para el 2010 no sólo había mil habitantes más en la isla, sino que los vuelos por semana se elevaron a 12, aumentando también el número de turistas a 46.886.
Este aumento en el tráfico aéreo se ve claramente reflejado en la huella de carbono de la Isla.
Si se consideran sólo las emisiones locales, las producidas por los habitantes por transporte, generación eléctrica, ganado y basura, el promedio de emisiones son de 4,4 toneladas de CO2, el mismo que el promedio nacional.
Pero los aviones lo cuatriplican. Y hay que sumarle la huella de los buques que les llevan el combustible.

Y la tercer noticia que quiero ligar a estas dos dice: “Los delfines transmiten insecticidas a sus crías a través de la leche materna”
El estudio aparece en el último número de ‘Environment International’ y hasta el momento se pensaba que los mamíferos degradaban y expulsaban por completo los insecticidas, pero las crías, que no están preparadas para metabolizar estos compuestos, habían acumulado mayores concentraciones que los adultos. Un equipo internacional de investigadores, demuestra ahora que la diferencia entre adultos y crías se debe a la contaminación a través de la leche materna.
“Los contaminantes encontrados en los delfines son insecticidas piretroides, es decir, los de uso común en los hogares y en los campos agrícolas. Hasta ahora se pensaba que estos compuestos se degradaban en el organismo y se expulsaban”, dice, no sin consternación, Damià Barceló, autor del estudio.

Volvemos al principio, todo lo que echemos al mundo termina en todas partes. Ya no hay compartimientos estancos adonde las cosas se queden.
La buena noticia es que las acciones pequeñas, locales, ciudadanas, iniciativas de cualquier tipo para el lado de la protección del ambiente, tampoco se quedan ahí y son globalizadas.
En ello está nuestra esperanza de trabajo hormiga.
De hecho, en ello se está jugando el futuro de todos.