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Editorial del Programa ECOS del día 13 de Agosto de 2012

 

La primavera silenciosa. ¿Hoy se escucharía a Carlson?

 

Se escucharía hoy a Rachel Carson?
Vamos hacia una primavera silenciosa, sin pájaros?
Se pregunta Paul Craig Roberts en el diario Rebelión, de España, y recuerda que Rachel Carson consiguió con su libro Primavera silenciosa publicado en 1962, que se prohibieran el DDT y otros pesticidas sintéticos, y salvar la vida de los pájaros. Hoy son los seres humanos quienes están directamente amenazados por tecnologías diseñadas para extraer el máximo beneficio al menor coste privado y con el máximo coste de recursos naturales.
La antes abundante agua limpia se ha convertido en un recurso escaso. Sin embargo, las aguas tanto subterráneas como superficiales se están contaminando y haciendo que sean inservibles por medio de la explotación minera en la cima de montañas, el fracking y otras “nuevas tecnologías”.
La explotación de petróleo en alta mar y los residuos químicos de la agricultura han destruido la pesca en los golfos. En otras partes del mundo los explosivos utilizados para mejorar el rendimiento de la pesca a corto plazo han destruido los arrecifes de coral que mantenía la vida de los peces. El resultado de la deforestación para la producción agrícola a corto plazo ha sido convertir en tierra estéril bosques tropicales ricos en biodiversidad. La “generación del ahora” está dejando a las futuras generaciones un planeta carente de recursos.
Se construyen despreocupadamente plantas nucleares en zonas sísmicas o afectadas por tsunamis. La amenaza más reciente proviene de las semillas modificadas genéticamente que producen plantas resistentes a los herbicidas.
En 2011 Don Huber, patólogo de plantas y microbiólogo de suelos, escribió al secretario de Agricultura estadounidense acerca de las consecuencias no esperadas que tenían los organismos modificados genéticamente y los herbicidas. Citaba los efectos nocivos sobre los micro nutrientes críticos, la fertilidad de los suelos y los valores nutricionales de los alimentos. Citaba la degradación de las vías metabólicas que impide a las plantas acumular y almacenar metales importantes para el funcionamiento del hígado y la respuesta inmunitaria tanto de los animales como de los seres humanos. Citaba los efectos tóxicos sobre los microorganismos del suelo.
Huber afirmó en una entrevista que el poder de la industria agrícola ha hecho casi imposible investigar los OMG y que las agencias reguladoras que tienen la responsabilidad de proteger al público dependen de estudios interesados hechos por esta misma industria y carecen de una ciencia objetiva independiente sobre la que basar sus decisiones reguladoras.
Antes de la tecnología moderna y de los productos químicos tóxicos, el planeta había sobrevivido a la humanidad.

 

 

Hoy las perspectivas para el planeta son diferentes. La población humana es vasta comparada con la épocas anteriores (lo que supone una presión mucho mayor sobre los recursos) y las consecuencias desastrosas de las nuevas tecnologías se desconocen en el momento en que se utilizan, cuando lo fundamental es el beneficio que se espera obtener de ellas. Además, estos costes son externos a los negocios, la corporación o la unidad económica. Los costes se infligen al medio ambiente, al resto de los seres humanos y de la vida animal. Estos costes no se incluyen cuando el negocio calcula su beneficio y la recuperación de lo invertido. Los costes externos de fracking, de la explotación minera en la cima de montañas, de la agricultura química y del los transgénicos pueden exceder el valor de los productos comercializables.
Sigue diciendo Paul Craig Roberts en el diario Rebelión, de España, que el mundo de los negocios no tiene interés en tener en cuenta estos costes porque hacerlo reduce sus beneficios y podría indicar que el coste total de la producción excede el valor del resultado. Los gobiernos han demostrado ser extremadamente ineficaces a la hora de controlar los costes externos debido a la habilidad de los intereses privados en influir en las decisiones del gobierno.
Aunque un país hiciera frente a estos costes, otros países se aprovecharían de la situación. Las compañías que externalizan algunos de sus costes pueden vender menos caro que las que asumen todos los costes de su producción. De este modo el planeta puede ser destruido por el beneficio y la conveniencia a corto plazo de una generación.
La principal lección es que los seres humanos de ahora no tiene una idea mejor de las consecuencias de sus acciones que los supersticiosos y nada científicos seres humanos de hace siglos. El hombre tecnológico moderno se deja engatusar tan fácilmente por la propaganda como el hombre antiguo por la superstición y la ignorancia.
En 1962 Rachel Carson logró hacerse oír. Hoy no hubiera conseguido que se le hiciera tanto caso. Operaciones psicológicas preparadas de antemano habrían entrado en acción para desacreditarla. Por ello, la pregunta “¿nos espera una primavera silenciosa?” no es mera retórica. Es real.