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Editorial del Programa ECOS del día 2 de Mayo de 2015

 

La imparable ubicuidad de la contaminación

 

Cuatro años después del tsunami que arrasó la costa nororiental de Japón y provocó el accidente nuclear de Fukushima, la radiación ya está llegando a las costas de Norteamérica, al otro lado del océano Pacífico.
Un trozo de fibra de vidrio de un barco hundido por el tsunami de 2011 en Japón fue hallado en la costa de Oregon, Estados Unidos, junto con una variedad de peces vivos que son habituales en las aguas japonesas, según los biólogos del Aquário de Oregon
En las playas de un pequeño pueblo de Canadá, Ucluelet, han aparecido restos de cesio 134 y 137. Según informa la Institución Oceanográfica Woods Hole, que sin embargo aclaró que sus cantidades son pequeñas.
En noviembre pasado, este mismo instituto localizó radiactividad procedente de la planta de Fukushima a unos 160 kilómetros al norte de la costa de California.
Un millón de toneladas de escombros arrastrados por la corriente sigue flotando en el Océano Pacífico. Desde noviembre de 2011, cuando los restos más ligeros, como planchas de corcho, arribaron por vez al norte de la costa oeste estadounidense, en las playas de Oregón han aparecido numerosos objetos procedentes de Japón. Los más pesados, como coches y casas, se hundieron frente a la costa, pero otros muchos fueron arrastrados por las olas.
Además de los que lleguen a EE.UU., algunos escombros quedarán atrapados en el Giro del Pacífico Norte, como se conoce a la zona formada por las corrientes marinas entre el archipiélago nipón y la costa norteamericana, una vez pasada la isla de Hawai. Aprisionada por su movimiento en círculo, allí se ha estancado la denominada Gran Mancha de Basura del Pacífico, que fue descubierta en 1988 y está compuesta por una capa de productos químicos, diminutos trozos de plástico y desechos procedentes de tierra y de barcos
Aunque esa capa tóxica es tan fina que no se puede apreciar fácilmente a simple vista los expertos calculan que podría extenderse por 1,5 millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a tres veces la superficie de España.
Los restos químicos y plásticos son tan diminutos que las medusas y los peces se los comen como si fueran plancton y luego, al ser ingeridos por otras especies mayores, pueden pasar a la cadena alimentaria y ser consumidos por el ser humano. Un riesgo tóxico que se multiplica en caso de que dichos escombros sean, además, radiactivos.
Todos estos datos han estado circulando por Ecoticias.com, por IPS, por Tierramérica, por Ambiente Brasil, por muchos informativos, y llegado al Día de la Tierra, el pasado 22 de abril, aparecieron más. Uno espera que la reflexión final sea que para la contaminación no existen barreras ni tiempos.
En una de ellas, aparecía el “ranking cinematográfico” de los filmes “ecológicos” para levantar conciencia. Fui a mirar. La lista era de películas que hablaban de delfines, de pingüinos, de elefantes… todos animales! Todos, menos uno: el hombre, el que debiese ser responsable y victima central del desmanejo. Pues no estaba. Mirar Liberen a Willy está muy bien. Pero ¿es suficiente?