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Editorial del Programa ECOS del día 2 de Diciembre de 2017

 

Nube radiactiva sobre Europa

 

 

Hace casi dos meses, en setiembre, desde algún sitio entre los Urales y el Rio Volga, en Rusia o Kazajistán, empezó a desparramarse hacia Europa, una nube radiactiva.
Los científicos del continente europeo no entendían nada. ¿Otro accidente nuclear oculto?
El Instituto de Protección Radiactiva y Seguridad Nuclear en Francia, analizó qué tipo de elementos radiactivos traía la nube y dedujeron que no surgieron de un reactor nuclear, sino de un sitio de tratamiento de combustible nuclear o de una instalación de investigación, porque el componente principal de la nube era ruthenium-106, un compuesto que se fabrica en instalaciones nucleares intencionalmente y que se usa para tratar tumores en los ojos, cuya vida media es de más de 370 días.
Aunque también el ruthenium-106 se crea en reacciones de fisión nuclear, de modo que la otra opción es que efectivamente hubo un accidente nuclear en algún lado y nadie dijo nada.
Claro, hoy por hoy es difícil ocultar un accidente nuclear con un planeta sembrado de detectores de radiación. Tarde o temprano se sabe.
Pero aquí nadie decía nada, y a un mes de la nube, no se sabía aún de dónde había venido. Es un elemento peligroso que al momento de liberarse en el aire habría obligado la evacuación de personas en varios kilómetros a la redonda del sitio del accidente.
Todo habría pasado medio desapercibido si no hubiese sido porque entre el 27 de septiembre y el 13 de octubre se detectó el famoso Rutenio 106 en la mayoría de los países europeos.
Rusia respondió que ellos no fueron, o que, al menos, no saben de ningún accidente nuclear en su territorio.
Lo interesante del caso es que una vez más, pasó lo de siempre: radiación que llega. Nadie se la atribuye. Y rápidamente los señores del átomo franceses salen a decir que la nube radiactiva que se desplazó por Europa no fue preocupante.
Lo consulté a Raúl Montenegro, que ha investigado tanto estos temas tan específicos, y dijo que el Rutenio 106, después de eliminar partículas Beta transmuta (o sea, se transforma) en Rodio 106, y genera radiación ionizante, en este caso partículas Beta, y la radiación ionizante, cualquiera sea su valor, no es inofensiva para la salud humana.
Y me contó que existe un informe llamado BEIR VII Segunda Fase, de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, que estableció claramente este criterio.
Según Richard Monson, de la Universidad de Harvard y parte del Comité que produjo ese informe, "La investigación científica de base muestra que no hay ningún umbral de exposición por debajo del cual los niveles bajos de radiación ionizante puedan ser demostrados como inofensivos o beneficiosos".
En temas de radiación el riesgo nunca es cero. Las partículas Beta pueden atravesar la piel o ingresar a los pulmones.
Una vez más, en temas radiactivos:
a) se ocultó el tema y nadie se hizo cargo
b) se le mintió a la población diciendo que la nube no era peligrosa
c) se trató de desviar la atención de la prensa que apenas cubrió la noticia.
Porque claro, como siempre en Cherbobyl, Fukushima o Tokaimura, todo está bajo control, duerman tranquilos.