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Editorial del Programa ECOS del día 5 de Mayo de 2018

 

Yo no quiero escuelas de basura

 

 

En estos últimos meses, varias personas me consultaron alegremente si iba a ir a la inauguración de la llamada “primera escuela pública sustentable del país”, la Primaria N° 12 en Mar Chiquita. Y me costaba explicar por qué no. Y por qué me parecía un espanto.
Hay un señor que encontró una buena forma de ganarse la vida, yendo de aquí para allá, y haciendo a la gente juntar basura, mezclarla con barro y levantar edificios. Y desembarcó en Argentina desde el Uruguay con el proyecto de hacer una escuela de basura, paneles solares e hidroponia.
Si lo agarra a usted desprevenido, puede que hasta suene bien. Pero pensemos un poco en varios sentidos la cosa:
Por un lado, la idea del reciclado es para aquellos residuos que se pueden volver a insertar en el circuito de fabricación: por ejemplo, el papel y el cartón, que se recicla para hacer nuevo papel y cartón. O las latas de aluminio, que se funden y se recupera aluminio para rehacer cosas de aluminio, ahorrando energía de paso. O el pet, que se muele, se lava y se funde obteniendo más pet en crudo y listo para hacer envases, escobas, tela polar, etcétera.
No es la idea hacer, como hacía un intendente bonaerense, una gigantesca ballena de latas de gaseosa que llevaba en procesión por la calle principal de Trenque Lauquen, como el súmmum del reciclado. Eso no es reciclado, eso es armar cosas con basura.
Pero más allá de eso, la escuela en cuestión era presentada como la posibilidad de enseñar valores y fortalecer las prácticas sustentables. Y claramente no es así. Y no es así por dos grandes motivos:
Uno, que estoy enseñando a los chicos que hay que generar más basura para construir más edificios. Que está bien consumir y tirar, porque total, después voy y pongo 24 toneladas de basura en una escuela.
Nuestro objetivo como ecologistas es reducir el consumo. Nuestro mensaje es reducir el consumo. Lo único que nos queda como humanidad para dejar de apenarnos por la isla de plástico del océano y la minería a cielo abierto o la química del petróleo es… reducir el consumo. Claramente no es consumir más para generar más basura y hacer escuelas. Porque estamos dando un mensaje muy contradictorio con esto: por un lado, no usar descartables, pero por otro, juntemos los descartables y cuando tengamos muuucha basura, te premio haciéndote una escuela. Y vienen y la filman, y las autoridades posan para las cámaras.
Por un lado, eso. Por el otro, la otra gran razón por la cual no puedo estar de acuerdo con esta escuela de basura, es que las escuelas no pueden estar hechas de basura. Las escuelas públicas no deben estar hechas de basura. No sólo porque si llegase a prenderse fuego las emisiones de dioxinas y tóxicos emanados de los plásticos, gomas y botellas serían letales, sino porque el estado no debe hacer escuelas de basura para chicos de las escuelas públicas. No debe ser así. Las escuelas deben ser de materiales nobles y seguros, no de basura desechada por la sociedad de consumo.
El estado debe asegurarse de que los chicos tengan escuelas. Pero no de basura.
Por eso, amigos míos, no me cierra esta escuela supuestamente sustentable.
Esta tecnología no puede ser sustentable cuando necesita de la generación de más y más basura para replicarse.
Esta tecnología no puede ser digna cuando les hace edificios de basura a los chicos de las escuelas públicas. Por más que le pongan plantitas y paneles solares.
Así no vale. Y, gente, no se dejen seducir tan fácilmente por superhéroes norteamericanos que andan en grandes motos, se dejan la barba y el pelo largo y vienen a enseñarnos, desde los Estados Unidos, cómo seguir fomentando el consumo de lo que ellos mismos nos vienen a vender.