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Editorial del Programa ECOS del día 4 de Agosto de 2018

 

Silogismos del espanto

 

 

Tengo en mis manos una vieja fotocopia que una persona me acercó a la radio hace 29 años, cuando estaba yo en la radio de la Universidad Nacional de La Plata, que lleva por título “Silogismos del espanto”. No tiene firma, y agradeceré si alguien conoce a quien ha escrito esto, que me lo diga. Pero aun actualizando los números que son, aquí, de 1989 a los números actuales, da pavor. Quería compartirlo con ustedes.

“Silogismos del espanto"

- Si en el Conurbano hay 2 millones de mujeres alimentándose mal, lo que les ocasiona algún grado de desnutrición;
- Si de esas mujeres hay 1.151.000 que tendrán en los próximos años un mínimo de dos hijos cada una;
- Si los hijos de madre desnutrida nacen con retardos mentales irrecuperables;

En 1994 habrá como mínimo, 2.300.000 nuevos retardados mentales.

- Si en 1989 hay 650.000 niños de 0 a 2 años mal alimentados;
- Si la insuficiencia alimentaria en los dos primeros años de vida genera daños cerebrales irreversibles;

Ya existen 650.000 ciudadanos deficientes mentales en el Gran Buenos Aires.

Si la población estimada para 1994 en el conurbano es de 9.500.000 habitantes, y si sumamos sólo las dos cifras anteriores, sin tener en cuenta los ya nacidos en iguales condiciones desde hace varias décadas, concluimos que, como mínimo y en forma inevitable, en 1994 el 32% de la población del cinturón de Buenos Aires será retardada mental.

Un deficiente mental no puede:
- Comprender lo que se le enseña en la escuela primaria obligatoria
- Continuar estudiando el secundario, y mucho menos, en otro nivel superior.
- Por ende, trabajar en un empleo calificado.

Un deficiente mental no puede:
- Establecer una clara diferencia entre lo que la sociedad considera malo o bueno, moral o inmoral, justo o injusto, legal o ilegal, propio o ajeno, positivo o negativo.

Un deficiente mental no puede;
- Dar pautas de educación a sus hijos
- Protegerlos espiritual y económicamente

Por todo ello, y aun suponiendo que con los malos empleos que obtengan todos estos discapacitados consigan ganar lo suficiente para alimentar a sus hijos, muchos de ellos adquirirán las pautas de su hogar, por lo que los males de la subalimentación se multiplicarán inexorablemente.