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Editorial del Programa ECOS del día 19 de Octubre de 2019

 

¿Pito catalán al Convenio de Basilea?

 

 

En el mundo, a lo largo de los años, la práctica de generar basura y arrojársela al vecino ha ido desde el individuo que la tira por encima de la medianera, pasando por dejarla en una esquina o un baldío, hasta llevársela un municipio discretamente al de al lado. Pero también de un país a otro. Con o sin reglamentaciones, embarques de tóxicos de diferentes países centrales surcaron los mares para abandonar su carga en alguna playa del tercer mundo.
Argentina estuvo en la mira, hace apenas 30 años, como sitio ideal para arrojar lodos cloacales norteamericanos, y hasta basura nuclear francesa. Las costas de varios países de Asia y África están llenas de basura electrónica, plásticos y cenizas de incineradores, dejadas allí por países desaprensivos.
Incluso hay otros modos más sutiles y disimulados de mandar basura a otras naciones, bajo el rótulo de “donación solidaria”, deshaciéndose así de material electrónico obsoleto, a punto de romperse o roto, que termina en escuelas o parajes africanos o asiáticos. De hecho, en Europa una ONG le puso rastreadores a varios materiales de este tipo y los fue a llevar al centro de chatarra. Los siguieron satelitalmente y comprobaron que terminaron en África.
Existen acuerdos internacionales que buscar ajustar esos “deslices”.
La Convención de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación es un tratado multilateral que cuenta con 170 países miembros y que tiene como objetivo proteger el medio ambiente y la salud humana contra los efectos nocivos derivados de la generación, el manejo, los movimientos trasfronterizos y la eliminación de los desechos peligrosos y otros desechos. Entró en vigor el 5 de mayo de 1992 y Argentina es signataria.
Por un lado, recuerde esto: es ilegal entrar basura peligrosa del exterior.
Claro, si a esa basura le cambio el cartelito, capaz puedo hacer un buen negocio. Como cuando estando prohibida la entrada al país de los desechos nucleares se les quiso cambiar de nombre a “material nuclear agotado”.
Trampas son trampas.
El 26 de agosto, nuestro presidente no sabía en la que se metía cuando firmó el decreto Nº 592 reclasificando “residuos” como “mercancías en el contexto del comercio internacional” lo que viene a ser el viejo movimiento transfronterizo de Basilea.
Redes, coaliciones, organizaciones no gubernamentales, recicladores, salimos a reclamar la nulidad del decreto que va en contra de la obligación legal de Argentina de sostener las definiciones de residuos establecidas por el Convenio de Basilea.
Además, el Convenio de Basilea incluye aquellos materiales que son destinados a procesos de “recuperación”, reciclaje, pero también incineración con recuperación de energía (eso está en el Anexo IVB del Convenio de Basilea) porque esas tecnologías pueden contaminar, y por ende el Convenio de Basilea requiere que se controlen como residuos.
El decreto 591 limita la definición de residuos permitiendo que muchos residuos que sean destinados a reciclaje o la incineración queden fuera de los controles. Y eso es ilegal, porque el Convenio de Basilea no permite que los países que lo han firmado como Argentina, limiten el alcance del convenio, haciendo cambiazos en sus leyes o regulaciones locales.
Seguimos adelante con estos reclamos y como decía un colega transfluvial, habrá más informaciones para este boletín…