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Editorial del Programa ECOS del día 25 de Julio de 2020

 

La necedad ante los cócteles de químicos

 

 

En la Revista Vivo Sano, Carlos de Prada publicaba acerca de los Tóxicos y el entorno saludable, y me parece que no viene nada mal revisar lo que allí pone tan clarito y ordenado.
Señala que cuando sucede algún incendio de plásticos, o un vertido de químicos, sea lo que fuere que se emite, siempre la repuesta oficial es que no hay riesgo para la salud, porque no se superan los niveles legales de concentración de tal o cual sustancia.
Si no se supera una concentración determinada de una serie de contaminantes, oficialmente se considera que el riesgo es bajo. O simplemente se descarta, tajantemente, la existencia de riesgo alguno.
Se han establecido niveles legales de concentración, supuestamente seguros, para una larga lista de sustancias contaminantes y se nos dice que no debemos preocuparnos. Pero, ¿lo legal y lo seguro coinciden necesariamente
¿Por qué muchas de las sustancias que hoy están prohibidas y a las que se consideraría inseguro exponerse, estuvieron no hace mucho permitidas, y nos decían que eran seguras no eran antes tan tóxicas como ahora?
La toxicología oficial no fue entregada a Moisés en una tabla. Depende de seres humanos y esas aseveraciones no son infalibles. Y, de hecho, la toxicología oficial se basa en evaluar el riesgo de que una persona se exponga a una sola sustancia aislada. Pero nunca nos exponemos a sustancias aisladas. Nos exponemos a mezclas muy complejas de sustancias.
Se afirma, con gran aplomo, que es “seguro”, por ejemplo, exponernos separadamente a cierta concentración del clorpirifos. También, que es “seguro” que nos expongamos separadamente a cierta concentración de otros pesticidas, como el dimetoato, el glifosato, el bifentrin, la cipermetrina, … y, en fin, a cualquiera de los cientos de compuestos pesticidas cuyos residuos pueden estar en las frutas y verduras no ecológicas. Pero la verdad es que no se ha establecido un nivel legal, supuestamente seguro, para las mezclas de sustancias a las que realmente nos exponemos.
No hay certezas. Sin embargo, el lenguaje oficial en estos asuntos (buscando probablemente tranquilizar a la población) incurre demasiadas veces en afirmaciones categóricas acerca la existencia de una seguridad plena en temas en los que, en realidad, hay muchas incertidumbres. En una sola comida podemos vernos expuestos simultáneamente a una larga lista de pesticidas diferentes. Unas mezclas de sustancias difícilmente predecibles.
Nos alimentamos de diferentes frutas y verduras en la misma comida, cuyos distintos residuos de pesticidas respectivos se mezclan en nuestro interior. Por otro lado, no solo se trata de pesticidas. Los alimentos que ingerimos pueden portar también otros contaminantes (bisfenol A, ftalatos, metales pesados, retardantes de llama, compuestos perfluorados, dioxinas, PCBs…). Además, otros muchos contaminantes pueden ingresar en nuestro organismo ese mismo día por otras vías: con la respiración, por aplicar ciertos productos sobre nuestra piel, etc. Todos esos contaminantes complican el cóctel químico que podemos tener, simultáneamente, en un mismo momento, en el organismo. Un cóctel cuyos efectos combinados no se han tenido en cuenta a la hora de establecer los niveles legales, supuestamente seguros para los contaminantes aislados.
Las mismas sustancias que no producen efectos observables cuando la exposición es a cada una de ellas aisladamente pueden, sin embargo, producirlos ostensiblemente cuando, en esas mismas concentraciones, están juntas. Es algo de sentido común.
Los métodos actuales de evaluación del riesgo toxicológico trasladan una falsa sensación de seguridad, que propicia que la población se exponga a complejos cócteles de sustancias presentes en infinidad de productos cotidianos sin que se haya evaluado el riesgo real que ello puede entrañar.
Pero aún con advertencias de la OMS o de los de miles de investigadores del máximo prestigio en todo el mundo han servido para que, hoy en día, se tenga en cuenta debidamente el riesgo químico en los sistemas oficiales de evaluación. Por otro lado, conviene también tener en cuenta la dificultad real de la empresa. Para que podamos hacernos una idea de la complejidad del asunto, si se quisiera evaluar el efecto cóctel de las posibles combinaciones de tres en tres de las 1000 sustancias sintéticas que tienen un más alto nivel de uso, sería precisa la realización de nada menos que 166 millones de experimentos. Y no nos exponemos solo a grupos de sustancias de tres en tres ni solo a 1000 sustancias posibles….
Un investigador me decía el otro día que, si se quisiera, se podría. ¿Como? ¿con un ejército de investigadores? No, con un algoritmo al cual se carguen las sustancias, sus efectos y los estudios que ya hay entre mezclas de a dos, de a tres… Habría entonces al menos una aproximación a las sinergias.
Así pues, entre tanto no se sepa realmente el riesgo real de las exposiciones químicas que tenemos en la vida cotidiana, sería aconsejable que las autoridades abandonasen el aplomo con que afirman que no hay riesgos y, siendo no solo humildes sino sobre todo objetivos y respetuosos con la ciencia, reconociesen que simplemente existe una gran incertidumbre acerca de los riesgos reales.