Editorial del Programa ECOS del día 24 de Octubre de 2020
Socorro, pan transgénico para todos
Le voy a leer una ficha toxicológica y vaya tratando de adivinar de qué producto hablo:
Nocivo en caso de ingestión
Nocivo en contacto con la piel
Nocivo en caso de inhalación
Puede perjudicar a la fertilidad. Se sospecha que daña el feto
Puede perjudicar a determinados órganos por exposición prolongada o repetida
Leer la etiqueta y Procurarse las instrucciones y no manipular antes de haber leído comprendido todas las precauciones de seguridad
Evitar respirar polvo/ humos/ gases/ nieblas/ vapores/ aerosoles
Utilizar sólo al aire libre o en un lugar bien ventilado
Usar guantes/ ropa de protección/ equipo de protección para los ojos/ la cara
Lavarse las manos cuidadosamente después de la manipulación
No comer, beber o fumar mientras se manipula este producto.
Claro que estas instrucciones pueden aplicarse a prácticamente todo el universo de los pesticidas, pero éstas son específicamente las del glufosinato de amonio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo califica como “moderadamente peligroso”, caramba, ¿qué quedará para los peligrosos?
Este glufosinato es un herbicida organofosforado que se utiliza para el control de malezas. Un herbicida como el glifosato famoso.
Usted se preguntará: ¿Y a mí qué me hace que el glufosinato de amonio tenga todos esos problemas?
Que el gobierno acaba de aprobar hace apenas dos semanas el trigo transgénico, que viene en combo con el glufosinato de amonio. O sea, que, si la soja venía con trazas de glifosato, prepárese para miñoncitos, pebetes, flautitas, rosettas al glufosinato. Y transgénico, por añadidura.
Desde BIOS hicimos una gacetilla que resume el punto, y que aquí les quiero compartir:
Rechazamos la aprobación de la variedad transgénica de trigo HB4 tolerante a la sequía de la empresa Bioceres, que acaba de ser anunciada.
Pareciera estar reviviéndose aquellos momentos de hace más de veinte años, cuando la soja transgénica desembarcaba de la mano de Monsanto. Proceso que visto en perspectiva agotó los suelos, contaminó ecosistemas y personas, deforestó miles de hectáreas, expulsó campesinos, siempre bajo la promesa de dar alimento y promover el crecimiento reduciendo el uso de químicos.
Ninguna de las promesas de los anteriores eventos transgénicos se ha cumplido. Argentina es hoy el primer país en autorizar trigo modificado genéticamente. La variedad de trigo HB4, desarrollada por Bioceres y la francesa Florimond Desprez "confiere tolerancia a la sequía y tolerancia al herbicida glufosinato de amonio", dice la resolución que lo aprueba.
Pero no menciona el efecto que puede tener para el consumo humano.
No adelanta el impacto del herbicida asociado, cuando aún la sombra del glifosato nos persigue y nos perseguirá durante décadas. La exposición a este herbicida induce incrementos en la incidencia de partos prematuros, anormalidades y abortos en hembras de ratas de laboratorio preñadas, así como un retraso en el desarrollo del cigoto de preimplantación.
No se menciona que los mercados internacionales están cerrados a la compra de trigo transgénico.
Ni la larga lista de expertos que señalan estos riesgos.
Ni recuerda que este tipo de paquetes tecnológicos tienen un fuerte impacto de emisión de gases de efecto invernadero en todo su ciclo.
Y soslaya el tremendo riesgo de la cruza entre el trigo convencional y el modificado genéticamente.
El trigo es la base simbólica de la alimentación. Ha acompañado al hombre desde el inicio de la agricultura. Está a diario en nuestra mesa. Y hasta tiene un sentido religioso.
Por el derecho a la soberanía alimentaria y a todo lo que este evento implica, decimos que NO al trigo transgénico.
Y recordamos al querido Armando Tejada Gómez, que en su libro Compadres del horizonte decía:
“Hay que marchar con todos para soltar la aurora
dentro de tu pueblo como un inmenso río
por donde irá la vida liberada cantando:
Ya vuelvo, amor, América, espérame en el trigo.”