Editorial del Programa ECOS del día 29 de Mayo de 2021
La ubicuidad de los pesticidas
Siempre tratamos de reforzar la idea de que los pesticidas son ubicuos: una vez echados al mundo, es como un almohadón de plumas roto al viento. Por más que intenten convencer a las personas de que está todo bajo control, claramente no lo está. La presencia del glifosato y tantos otros químicos en el territorio, con lo que implica en términos de contaminación y eventuales enfermedades, está día a día ampliando la lista de sitios contaminados.
Lo peor es que no se toman como contaminados, y se trata de naturalizar de que convivamos con esas sustancias.
Recordemos que se ha constatado su presencia en el agua de lluvia, en los suelos, en ríos como el Paraná, y a través de centenares de análisis en la sangre y la orina de muchos humanos, vivan o no en zonas fumigadas, un nuevo trabajo devela que se detectó este herbicida estrella y su subproducto, AMPA también en los caminos rurales, caminos vecinales, adonde claro está, nadie va a echarlos allí.
El trabajo de científicos de la Universidad y del Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa y el INTA, fue publicado en la revista Science of the Total Environment, firmado por Nancy Ramírez Haberkon, Virginia Aparicio y Mariano Méndez. Allí agregan a la larga lista de sitios muestreados, a los caminos sin pavimentar dentro y fuera de los campos agrícolas, como una interesante fuente de emisión de partículas contaminadas a la atmósfera.
Señalan que se detectaron glifosato y AMPA en todas las muestras.
Señalan que una hectárea de camino sin asfaltar emite la misma cantidad de glifosato que 956 hectáreas de suelo agrícola y la misma cantidad de AMPA que 381 hectáreas de suelo agrícola. Esto demuestra que los caminos sin pavimentar tienen una alta capacidad para descargar glifosato y AMPA a la atmósfera, dice el estudio en sus conclusiones.
Ese polvo contaminado se vuela con los vientos y se esparce democráticamente en pueblos, casas y gente. Todo el tiempo. Todos los días.
En 2016, un trabajo de investigadores del CONICET en la Universidad Nacional de La Plata confirmaba que la cuenca del río Paraná está altamente contaminada con glifosato y/o AMPA.
En 2017, otra investigación científica el CONICET y el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental - UNLP- afirmaba que el herbicida que se aplica en la práctica agropecuaria no desaparece de los campos, sino que se acumula en las tierras con todo el riesgo tóxico que esto implica.
Hace apenas una semana, en Lobos, provincia de Buenos Aires, varios grupos de vecinos se reunieron para juntar el dinero y mandar a analizar al laboratorio del INTA Balcarce muestras de agua de lluvia, agua superficial, agua subterránea, sedimentos, vegetales y suelo de las plazas públicas, de los espacios verdes recreativos y escuelas, y hallaron un sinfín de químicos tóxicos en todos ellos. En ocasiones, es más alto el contenido en las plazas que en los mismos campos de cultivo.
Mientras tanto, los amigos del bidón, siguen haciendo picnics en los que ponen a volar una avioneta que arroja agua y celebran felices, que sus tarjetitas hidrosensibles apenas marcaron algunas pocas gotas.
¿A esta altura de la realidad dura y pura, habrá marcado alguna gota en sus conciencias?