Editorial del Programa ECOS del día 25 de Marzo de 2023
Otra mirada sobre el calentamiento global
Muy buenas. Hoy quiero poner en perspectiva uno de los ejes que desvelan el mundo ambiental hoy, contándoles una historia.
Hace 3600 años, surgió en la región que hoy es Turquía, el imperio que fue el más grande del mundo conocido: el Imperio Hitita. Su región, semiárida, hoy denominada Anatolia central, fue cuna durante más de 500 años de esta población, principal potencia del mundo antiguo. Su capital, Hattusa fue un ejemplo impactante de fortificación y ciudad civil. Sobre una serie de colinas y mesetas, tenían su centro administrativo, si bien no tenían un núcleo étnico común ni una lengua común, sino que eran una sociedad de carácter multirracial, formada por diferentes elementos étnicos (indoeuropeos, hattianos, hurritas, etc.) que hablaban lenguas diferentes, debido a la gran cantidad de intercambios con prisioneros de guerra procedentes de las campañas militares.
20.000 ciudadanos vivían allí para la administración del Imperio, y a lo largo y ancho del Próximo Oriente había miles y miles más. En su momento de máximo esplendor, el Imperio Hitita rivalizaba con los imperios egipcio y babilónico, de hecho cuando se estudia la historia egipcia, siempre se habla de las batallas contra los Hititas, quizás la más famosa es la batalla de Kadesh contra Ramsés II.
Pero de un modo inexplicable, hacia el 1200 a.C. la capital Hattusa fue abandonada y el imperio dejó de existir. No hay más testimonios. Y eso, que eran tipo egipcios: grandes edificios, ejércitos, fortificaciones, una colosal biblioteca. Un día ya no estuvieron más.
Hasta que un equipo del grupo de en arqueología clásica en la Universidad de Cornell, se pusieron a analizar muestras del Túmulo de Midas en Gordion, una estructura de 53 metros de altura construida por el hombre y situada al oeste de Ankara, capital de Turquía. El túmulo contiene una estructura de madera que se cree que es la cámara funeraria de un pariente del rey Midas, posiblemente su padre. Pero allí crecen también enebros, que crecen muy lentamente y viven siglos, incluso un milenio, que se utilizaron para construir la estructura y contienen un registro paleoclimático oculto de la región.
Los investigadores analizaron los patrones de crecimiento de los anillos de los árboles, con anillos inusualmente estrechos que indican condiciones secas, junto con los cambios en la proporción de carbono registrados en los anillos, que indican la respuesta del árbol a la disponibilidad de humedad.
Ese análisis revela un cambio general hacia condiciones secas desde finales del siglo XIII hasta el siglo XII a.C., y fijan un dramático periodo continuo de sequía severa en torno a 1198-96 a.C., más o menos tres años, que coincide con la cronología de la desaparición de los hititas.
Todo esto ocurrió hace más de 3.150 años, y la ciencia (ayudada por los enebros) muestra, como si fuera una cámara oculta, que en tres años consecutivos de sequía, cientos de miles de personas, incluido el enorme ejército hitita, se enfrentaron a la hambruna, a la inanición. La base tributaria se desmoronaría, al igual que el gobierno. Los supervivientes se verían obligados a emigrar. Dicen los investigadores: "Las situaciones en las que se producen fenómenos prolongados y extremos como este durante dos o tres años son las que pueden desestabilizar incluso a las sociedades bien organizadas y resistentes. Puede que nos estemos acercando a nuestro propio punto de ruptura. Tenemos un abanico de cosas a las que podemos hacer frente, pero a medida que se nos extienda demasiado más allá, llegaremos a un punto en el que nuestras capacidades de adaptación ya no estarán a la altura de lo que afrontamos”. Dicen.